Cronicas de Fiduero

[Herminio]

Acudí a Fiduero con la mayor ilusión y la esperanza de dar a conocer al mundo mi stand (se dice “están”, que no expositor) de castañuelas artesanales. Todo pintaba de maravilla, ¡si hasta Bono inauguró este año la exposición!, con lo que me gusta a mí U2.

De entrada me tocó pagar una colección de euros a Doña Mar, pero yo pensé: “tranquilo Herminio que con 7.326 pares de castañuelas que vendas…. lo amortizas“, luego me compré un traje con chaqueta muy resultón y hasta una corbata amarilla con rayas para que se me viera muy bién de lejos.

Mi calvario particular empezó cuando comprobé que mi “están” estaba como que mal emplazado… y lo deduje cuando ví a una señora hacer aguas menores y varias en lo que yo supuse que era una papelera. Pues nó, ni eso era una papelera ni mi “están” estaba alicatado, ni el letrero de WC significaba “Wenas Castañuelas“, como yo creía. Para paliar esta circunstancia y atraer a la gente puse un altavoz su-guofer de esos que retumban, con los grandes exitos de Joselito y una casete de Marifé de Triana que me prestó mi cuñado. Pero nada…. que ni por esas.

Para no desanimarme decidí hacer como Doña Mar, quedarme quietecito y ponerme a contar a la gente que pasaba por delante para convencerme de que la Feria iba bien, que todo era cuestión de tiempo. Confieso que conté al mismo señor con chancletas y las piernas llenas de pelos como unas 6 veces… pero como ví que Doña Mar también contaba los visitantes con mucho optimismo, pues no le dí demasiada importancia.

El tiempo pasaba y a mí que me entraban los sudores, yo pensaba que mi madre me decía que no comprara el traje de poliéster por que es peor para plancharlo, pero no… es que resulta que da mucho calor, y lo pude comprobar gracias a Doña Mar que para darle una nota de exotismo a la feria montó un microclima tropical… total que entre el paseo que se tienen que dar los visitantes para llegar a la feria y el microclima tropical de Doña Mar… llegan tan despolladitos que se me van directamente a los estáns de pimplar y no hacen ni caso de mis castañuelas.

Así que me dí un paseo, para ver si al resto de anunciantes les iba mejor. Tras mucho buscar hasta encontré… ¡un concesionario de vehículos!, un concesionario muy raro, eso sí. Se ve que al hombre tampoco le iba muy bien por que la mayoría de los coches y de las motos eran de hace un montón de años. Eso sí muy bien cuidaditos todos. Se ve que como detalle se los dejaron meter dentro del pabellón para que no se le mojaran, por si acaso, para que no se desanimara como el resto.

Pero lo peor vino el Sábado, cuando acuden en masa las turbas hambrientas a merendar, es cuando mi están registró sus máximos históricos: “déme unas castañas de esas que dice”…. que no, mire lea el letrero de arriba que pone “cas-ta-ñue-las” o “póngame una ración de mejillones de esos”…. que no oiga, lea el letrero, que esto no es lo que parece. Incluso un señor con gafas de pasta y estrabismo galopante llegó a morderme en un dedo para saciar su apetito y merendar gratis… que es a la postre (y nunca mejor dicho) el gran atractivo de la feria.

Al final vendí un par de castañuelas a una señora muy simpática de Cuenca (que para mí era doña Mar disfrazada de serrana, intentando que no nos desanimáramos), al menos no tuve que desmontar el están por que me lo destrozaron los propios visitantes. Por todo esto, he decidido que si vuelvo a Fiduero el año que viene -cosa que dudo- lo haré con mis bermudas estampadas (para no deshidratarme con el calor), una camiseta de tirantes con el letrero “Por favor no me coman”, y en vez de unas castañuelas venderé maracas mientras suenan de fondo los grandes éxitos de Giorgi Dan y yo me marco una improvisada coreografía: va por tí Fidueroooooooooo “EL CHIRINGUITOOOOOOOO EL CHIRINGUITOOOOOOOOOOO” (lailolailo- laiiii!!!).