Por Carm3n | Diciembre 21, 2023 - 7:50 am - Publicado en Cultura

Carm3n C. En el corazón de Aranda de Duero, donde las piedras centenarias cuentan historias susurradas por el viento, se esconde un relato mágico que trasciende el tiempo.

Mucho antes de que las luces parpadeantes de la Navidad adornaran sus calles, Aranda estaba envuelta por una muralla que rodeaba la zona centro del pueblo. Esta muralla antigua, fué testigo de innumerables historias, vividas por los lugareños y viajeros, que se atrevieron a entrar por alguna de las 7 puertas.

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Bajo el resguardo de esta fortificación, se escondía un secreto fascinante: un intrincado laberinto de bodegas subterráneas que se extendían a lo largo de siete kilómetros, como un tesoro oculto bajo los pies de los habitantes de Aranda. Estas bodegas eran el alma del pueblo, el lugar donde las uvas, recogidas en los viñedos circundantes se transformaban en el néctar dorado que alegraba los corazones de la comunidad.

Cada bodega estaba conectada con las demás, creando un tejido subterráneo que vinculaba las vidas y los sueños de los lugareños. Los habitantes de Aranda trabajaban incansablemente en estas cavidades ocultas, cuidando de las barricas de roble que envejecían con paciencia el vino que algún día deleitaría los paladares más exigentes.

Con la llegada de la Navidad, la villa cobraba vida de una manera especial. Las murallas centenarias se iluminaban con destellos festivos, y las siete puertas, cada una adornada con guirnaldas resplandecientes, se abrían de par en par para dar la bienvenida a la temporada más mágica del año. En las bodegas subterráneas, las luces titilaban como estrellas bajo tierra, y el suave murmullo de la fermentación se mezclaba con risas y canciones.

La leyenda contaba que, en Nochebuena, las bodegas adquirían un brillo especial. Se decía que el espíritu de la Navidad descendía por las hileras de barricas, dejando una estela de magia que impregnaba cada botella de vino. Los lugareños creían que, al compartir una copa de este vino especial en Nochebuena, se fortalecían los lazos familiares y se sellaban amistades para toda la vida.

Con el paso de los años, la muralla pudo haber cedido ante el inexorable paso del tiempo, pero las bodegas subterráneas han continuado su existencia, preservando la esencia de Aranda de Duero. Hoy en día, aquellos que visitan la villa tienen la oportunidad de sumergirse en la historia que yace bajo sus calles empedradas. Descienden por las escaleras que llevan a las bodegas, donde el eco de las risas ancestrales y el tintineo de las copas resuenan a lo largo de los pasillos subterráneos.

Así, en cada rincón de Aranda de Duero, la Navidad sigue siendo un cuento que se escribe entre las piedras de la muralla y se guarda en las botellas de vino que reposan en las bodegas, esperando ser descorchadas para revelar los secretos de la magia navideña que ha perdurado a lo largo de los siglos.


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