Por Gloria Soto | Diciembre 4, 2024 - 8:52 am - Publicado en Cultura

Gloria Soto. La fiesta de clausura del la 39 Edición del Festival Internacional de Cine de Fort Lauderdale se celebró en el muelle Pier Sixty-Six de Fort Lauderdale, un resorte marinero en el que además de un lujoso hotel con el mismo nombre, una torre de 17 pisos de altura, tiendas y restaurantes, se encuentra una zona de amarre para los súper-yates. El encuentro tuvo lugar en un pabellón cercano con salida al paseo marítimo que permitía disfrutar de las bellas vistas del agua, los barcos, y las mansiones al fondo. Una vez en el interior, los asistentes pudieron degustar un menú marinero, bebidas al gusto, y música de fondo que permitía entablar conversaciones casuales.

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Sin duda, el marco se había elegido en sintonía con el documental escogido para la ocasión, Grander. Una producción verídica que se desarrolla en el mar y documenta el sueño de Anthony Hsieh, de pescar el marlin gigante, conocido por los pescadores como grander. Anthony Hsieh es un ejemplo del sueño americano, pues, partiendo de que llega de China como inmigrante junto a sus padres cuando contaba 7 años, consigue fundar varias empresas financieras y hacerse millonario. Sin embargo, el fallecimiento de su padre y el de su mejor amigo, le hacen reflexionar sobre la vida y su temporalidad y decide que es el momento de hacer un alto en el camino para perseguir su sueño que, es el deporte de pesca y dentro del mismo conseguir la mejor pieza. Y, como cuando se tiene dinero, solo hay que tener ganas, se puso a la faena acompañado de 11 barcos y un equipo profesional, en el que destaca, el legendario capitán, Steve Lassley. Junto a los mismos, participó en el Badco World Tour, en junio de 2022, para buscar al marlín azul mas grande del mundo. La búsqueda los llevó por Europa, Sudamérica, Australia y África. Una obra dirigida y producida por Anthony Hsieh que también es protagonista, junto a Steve Lassley. Los espectadores disfrutamos de unas apasionantes imágenes en alta mar, que hicieron verídico el dicho: “vale más una imagen que mil palabras”, y nunca mejor dicho, puesto que el diálogo dejo mucho que desear, al igual que el hilo conductor de la producción que dejó al descubierto la falta de profesionalidad en la dirección y edición que no consiguió concatenar las escenas ni enganchar ni transmitir la apasionante experiencia al espectador, que, aburrido de la monotonía narrativa fue arrancando de sus butacas hacia la barra en busca de mejor diversión. Una servidora resistió hasta el final, centrándose en la espléndida fotografía que sí, y en la lucha entre pescadores y peces en plena alta mar. Al término, los camareros se volvieron a aproximar con bandejas de tapas para la delicia de todos. Como postre, pastelitos y un pastel gigante con el nombre, grander, que estaba muy bueno. La música estuvo a cargo del grupo Jimmy Buffet Tribute Band, que ofreció canciones americanas muy conocidas, entre ellas, Margueriteville, de Jimmy Buffet, coreada por la mayoría de los presentes, al igual que Sweet Carolina, and It’s Five O’clock Somewhere, y consiguió despertar el entusiasmo de los presentes que arrancaron a bailar sin freno hasta el cierre.

Al día siguiente, el festival celebró su última sesión proyectando en el cine Savor, el documental, Ocklawaha, Tales My Father Told, una producción en la que la música de la Orquesta Sinfónica de la Florida es el telón de fondo de una historia basada en el poema de Jhon Gotts, sobre las historias que su padre le contaba mientras navegaban por el rio Ocklawaha. Un documental recomendable para todos los amantes de la naturaleza en el que la belleza de la música y del paisaje, junto a la voz del actor Peter Coyote que narra la historia producen un contenido de notable calidad. A su término, la directora del Festival, Liza Grigorian felicitó al equipo directivo, presente en la sala, y tras las oportunas fotografías, invitó al público a dirigirse al patio del cine Savor, para disfrutar de un menú con algunas especialidades indígenas, barra libre y música de fondo con un espléndido violinista.

A la salida del cine, la noche empezaba a caer dejando sombras y luces entre las cercanas palmeras y barcos que adornan el casco antiguo de la ciudad a la que quise dirigir una última mirada. Esa visión junto al buen sabor de boca por el buen hacer del Festival Internacional de Cine de Fort Lauderdale, me acompañaron en mi viaje de vuelta a Pensacola.


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