Gloria Soto. Hace unos días, el profesor Ricardo García Manrique fue llamado “fascista y colono” por el doctor Carles Mancho, en el Claustro de la Universidad de Barcelona, en presencia del Rector.
Al parecer, el motivo fue su oposición en una reunión previa a debatir un manifiesto de apoyo a los lideres independentistas, puesto que consideraba que la Universidad debía respetar la neutralidad ideológica. Estos hechos me remontaron a mi última experiencia en la Universidad.
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A principios de octubre del año 2000, volvía de Miami, donde había estado haciendo prácticas de Derecho. Aprendí mucho, pero el inglés lo practiqué poco. En el despacho, y en la calle el español se escuchaba a cada momento. Incluso, cuando matriculé a mi hijo en el Colegio, junto al inglés, estudiaba español. Ya, en Barcelona, me informaron que la Pompeu disponía de un programa para Licenciados que permitía, previa la superación de un examen, entrar en Periodismo. Me apunté. Para mi sorpresa, aprobé y pensé que el nivel debía haber bajado mucho, pues yo no estudiaba desde 1984. Mi percepción fue correcta.
Entré en Periodismo con ilusión, pero la misma fue disipándose conforme confrontaba la realidad que se vivía en la Facultad. Mis recuerdos de compañerismo solidario, chocaban con otras formas más competitivas de relación, pero eso, no fue lo que más me llamó la atención, sino la uniformidad de pensamiento que observaba en general. La ideología nacionalista impregnaba la atmósfera y no porque las clases fueran en catalán, (a excepción de Lengua Española), sino por los discursos a su favor. Aunque nadie lo dijera, quedaba claro, que no era conveniente rebatir la corriente dominante. Recuerdo a una compañera, que tuvo algún problema por pedir el examen en castellano. No era mi caso, me sentía integrada, en la lengua y cultura catalana, pero la limitación a la Libertad de Expresión me incomodaba. Por supuesto, no había censura, pero sí, autocensura. Se podía debatir sobre casi todo sin problema, por ejemplo, sobre el amor entre un hombre y una cabra, de hecho, hay una obra de teatro al respecto; pero, si se quería hablar de España y el español se pisaban arenas movedizas.
Los profesores eran muy buenos en sus materias, aunque su actitud me recordaba a mis profesores del Instituto, cuando en el franquismo estudiaba Bachillerato. La única honrosa excepción, era mi profesor, Arcadi Espada, un intelectual duro de pelar, que permitía el diálogo y el debate sin cortapisas. Enseñaba Lengua española de forma magistral y la lectura de su libro “Contra Cataluña”, que, recomiendo fervorosamente, me abrió definitivamente los ojos, sobre la tela de araña que había empezado a tejerse con Pujol. Es una lástima que la Universidad suprimiera su contrato años después.
Un día, Mónica Terribas, que daba clases de Comunicación Social, empezó a hablar del Nacionalismo y de cómo en el País Vasco, la mayoría de las personas eran afines o justificaban a ETA y lo que esta representaba. Su enfática exposición en defensa de la construcción de un relato nacionalista que ponía el acento en el pueblo, como sujeto de derechos, y la falta de realidad y objetividad de la misma; cualquiera sabe que, los sujetos de derechos son los individuos y no los pueblos, me hizo alzar la mano para indicarle que lo que explicaba no era cierto. “En el País Vasco, las personas permanecen calladas, no porque sean partidarias de ETA, sino porque están aterrorizadas, y no se atreven a hablar porque ETA mata”, le dije. Al mismo tiempo, le aclaraba que mis fuentes eran directas de gente vasca y no vasca que estudiaba en la Universidad y me contaban que cuando se producían asesinatos, solo los partidarios de la banda terrorista hacían comentarios, y, el resto callaba por miedo y no se atrevían a hablar en ningún lugar público, porque no sabían quien tenían al lado.
Con esta intervención el ambiente empezó a caldearse. Yo, seguí informando que, solo el colectivo “Basta ya”, se habían atrevido a denunciar la situación. Terribas iba contestando sin demasiados argumentos, pues la verdad tiene un peso muy fuerte. Los compañeros, en su mayoría, se iban posicionando en mi contra. Les referí que tomaba café en San Sebastián, cuando asesinaron a Yoyes de un tiro en presencia de su hijo menor, porque había anunciado que dejaba ETA. En este punto, el alboroto era tremendo y se había introducido el tema de la represión de la lengua catalana, y como durante la Dictadura el uso de la misma había estado prohibido. Respondí gritando, a los que también gritaban que, ninguno de los presentes me podía dar lecciones de progresía, ni de libertad, y que, ellos defendían al gobierno regional, y seguir la corriente mayoritaria siempre era lo fácil, que la realidad había pasado a ser la inversa, pues ahora, no se podía estudiar en español.
Ante el desmesurado vocerío, y viendo que el tema se le había ido de las manos, la musa del independentismo y después directora de la Radio Nacional de Cataluña, optó por suspender la clase. Saqué buena nota en su asignatura. Mónica Terribas, que había realizado su tesis sobre “Los medios de comunicación en una Nación sin Estado”, era igual de buena que tendenciosa, y con su discurso sembraba la semilla independentista. Ningún alumno me defendió, aunque me consta que una minoría compartía mis opiniones. Lo que más me llamó la atención, fue que, al volver la calma, un compañero se me acercó y me dijo: “si no te hubieras puesto tan pasional, te habría apoyado pues llevabas razón”. Me quedé helada. Ósea, que el problema era mi exceso de pasión. En fin, el temor a pronunciarse era tal, que cualquier excusa valía. Las conciencias se lavan de muchas formas. No vivíamos en Dictadura, pero, el mensaje se transmitía con la habilidad suficiente como para desacreditar al discrepante y salir del rebaño cuesta mucho.
Hasta ese momento, había vivido ajena al monstruo que se gestaba. Fue entonces, cuando descubrí que un grupo de intelectuales, agrupados en el “Foro Babel” y en distintas asociaciones como “Asociación por la Tolerancia” habían denunciado la deriva de las instituciones y la discriminación del español y los hispano-hablantes. Más atenta, a lo que sucedía y también porque en la Pompeu estudié la historia e importancia del movimiento asociacionista en Cataluña, me apercibí que todos estos centros, asociaciones de vecinos y ONG estaban copados por nacionalistas y que las subvenciones acababan de rematar la jugada en la expansión del proyecto. En la actualidad, he observado una tendencia a realizar los comunicados en catalán o, inglés, en un intento más de suprimir el uso de la lengua de Cervantes, habada por más de 650 millones de personas.
La Pompeu despertó mi militancia activa en la defensa de la Libertad de Expresión sin cortapisas, y ahí sigo. Falta mucho para que en Cataluña se pierda el miedo a hablar en libertad y mi querida ciudad, “Barcelona la Maravillosa”, hoy, sucia y triste, recupere su aire cosmopolita que un día tuvo. Afortunadamente, cada vez más voces salen a dar la cara, aunque sufran ataques o insultos. A todos ellos, muchas gracias.
Este articulo fue publicado el 30 Julio 30UTC 2021 a las 7:11 am y esta archivado en Opinión. Puedes suscribirte a los comentarios en el RSS 2.0 feed. Puedes escribir un comentario, o hacer trackback desde tu propia web.
Y así fue y así es.
Y así mismamente está sucediendo ahora mismo en el siglo XXI.
Ahora el lavado de cerebro es mundial y a los hechos me remito las masas obedecen ciegamente.
Corderos que van solos al matadero, sin ninguna posibilidad de reflexión y aún menos de debate .
El sentido común y el discernimiento humano anulado por el pánico de una sociedad deshumanizada por la comodidad y la propaganda corrupta de los Estados .Vendidos al poder de los nuevos “salvadores”de la humanidad que para su único beneficio nos inyectan veneno en nuestras mente y en nuestro cuerpo.
Desmantelando despiadadamente las leyes democráticas de respeto y buena convivencia entre los seres que habitamos este hermoso y abundante “Planeta Galleta”
Gracias Gloria por seguir levantando tu clara voz y recordarnos que es Ser Libres y no morir en el intento.